
Este 2025 está siendo uno de los años en los que la comunidad internacional ha tenido que gestionar más retos geopolíticos; conflictos, catástrofes y genocidio están a la orden del día. Aun así, una de las imágenes que ha recibido menos atención en el ámbito geopolítico, pero que tiene una gran repercusión a nivel global es la imagen del presidente de Azerbaiyán, Ilham Aliyev, el presidente de Armenia Nikol Pashinyan y Donald Trump estrechando manos.
En este acto, realizado el 8 de agosto en la Casa Blanca, se culminaban los esfuerzos diplomáticos de ambos países con la firma de un tratado de paz que ponía fin a más de tres décadas de hostilidades. No obstante, sin la resolución previa de las causas de fondo del conflicto, no se habría llegado hasta este punto. La Segunda Guerra de Karabaj, iniciada el 27 de septiembre de 2020 y concluida el 10 de noviembre de 2020, puso fin a la ocupación de la mayoría de territorios azerbaiyanos por parte de Armenia. Este desenlace abrió una oportunidad histórica para construir una paz duradera entre ambos países vecinos.
La transición postsoviética en el Cáucaso sur
El colapso de la Unión Soviética a principios de la década de 1990 fue recibido de forma positiva por muchos habitantes del Cáucaso Sur, región situada entre Rusia e Irán que incluye Armenia, Azerbaiyán y Georgia. Tras siete décadas bajo el yugo soviético, los tres países que finalmente habían recuperado su independencia confiaban en un periodo postsoviético más próspero y pacífico. Sin embargo, la disolución de la maquinaria soviética desencadenó conflictos que causaron la muerte y el desplazamiento de miles en los tres países. Mientras Georgia lidiaba con movimientos separatistas, Azerbaiyán hacía frente a la invasión a gran escala de Armenia que, con apoyo ruso, ocupó en dos años el 20 % de su territorio, la región de Karabaj y los distritos circundantes, un episodio que pasó a la historia como la Primera Guerra de Karabaj (1992-1994).
El gobierno armenio aspiraba a rebasar las fronteras multiétnicas del espacio postsoviético y anexionar el territorio, amparándose en la presencia de población armenia en Karabaj. Ese propósito impulsó la ocupación y su intento de legitimación como lucha por la autodeterminación de una minoría. En 1993, cuatro resoluciones del Consejo de Seguridad de la ONU, junto con otros documentos internacionales, exigieron la retirada de las fuerzas armenias de los territorios de Azerbaiyán reconocidos internacionalmente. Armenia ignoró estas exigencias de la comunidad internacional, respaldada por Moscú y por una mentalidad aún muy dependiente de la identidad “soviética”. Durante la ocupación, alrededor de 700.000 personas fueron desplazadas y miles de civiles asesinados. Tras la Primera Guerra de Karabaj, Armenia mantuvo esos territorios bajo ocupación durante tres décadas y buscó sin éxito el reconocimiento de una república secesionista, la República de Artsakh, que ningún Estado aceptó. Fueron treinta años de fronteras quebradas y de instrumentalización del conflicto en la política doméstica de países con diásporas armenias significativas, en especial Francia. Aunque ciertos sectores proarmenios de la comunidad internacional se habían acomodado a esas “realidades” y aconsejaban a Bakú hacer lo mismo, el pueblo azerbaiyano no renunció a sus tierras. En 2020, finalmente tuvieron la oportunidad de cambiar el statu quo.
El 27 de septiembre de 2020, al resultar infructuosas las negociaciones de paz, Azerbaiyán optó por la vía militar para poner fin a la ocupación ilegal. Así comenzó la Segunda Guerra de Karabaj, que se prolongó 44 días hasta el 10 de noviembre, y culminó con la liberación de amplias zonas de los territorios ocupados. La contienda transformó de raíz la geopolítica del Cáucaso Sur y desencadenó dinámicas que, con el tiempo, redujeron la influencia de Rusia en la región, reforzaron la autonomía de Armenia y Azerbaiyán respecto de Moscú y abrieron oportunidades históricas para la paz y la prosperidad regional.
Un nuevo paisaje geopolítico: retos y oportunidades
Tras la liberación de la región del Karabaj, la población azerbaiyana y la comunidad internacional se encontraron con una realidad devastadora: asentamientos enteros arrasados, riquezas locales e históricas saqueadas y un daño ambiental significativo en algunas zonas. El peor hallazgo fueron la infestación del territorio con más de un millón de minas terrestres por parte de las fuerzas de ocupación; artefactos que siguen causando víctimas e impiden la rehabilitación de forma efectiva. Tras la Segunda Guerra de Karabaj, Azerbaiyán ha invertido miles de millones de dólares en desminado y reconstrucción, aunque queda mucho por hacer. Según estimaciones oficiales, se necesitarán 25.000 millones de dólares y al menos 30 años para limpiar por completo la región. A pesar del titánico esfuerzo, Azerbaiyán está decidida a impulsar la revitalización de la región, aprovechando su gran belleza natural, y transformarla en una zona puntera en energías renovables y urbanización inteligente. Mientras tanto, ya ha comenzado el retorno de aquellas familias desplazadas de sus hogares hace 3 décadas.
También hay que mirar el final de la guerra de otoño de 2020 desde un ángulo geopolítico. La guerra redujo la influencia de Rusia en el Cáucaso Sur. En mayo de 2024, Moscú retiró a sus fuerzas de paz de Karabaj, desplegadas tras la Segunda Guerra de Karabaj y cuya presencia se esperaba, como mínimo, hasta noviembre de 2025. Rusia tenía el foco puesto en Ucrania y, además, perdió parte del control que había ejercido durante décadas. La política exterior “multivectorial” de Azerbaiyán dio resultado: mantuvo buenas relaciones con muchos países y defendió una visión propia de las alianzas. Para Armenia, el desenlace supuso un cambio de mentalidad: impulsar un Estado renovado, buscar nuevos socios y dejar atrás una identidad nacional centrada en Karabaj. Entre esos posibles socios, mira a la Unión Europea y sus deseos de formar parte de esta, un objetivo lejano pero abierto. En definitiva, un giro que implica tomar distancia de Moscú, el aliado histórico sin el cual la ocupación no habría durado tres décadas.
El primer ministro armenio, Nikol Pashinyan, ha ido cambiando su discurso a lo largo de su mandato. Hoy pide respetar las fronteras internacionales y admite que el tratado de paz no podrá cerrarse hasta reformar la Constitución para eliminar cualquier reivindicación sobre Karabaj. Se prevé un referéndum en 2026 como último paso hacia ese acuerdo. No obstante, estos cambios solo serán posibles si la mayoría de la sociedad armenia respalda el rumbo marcado por Pashinyan y por la comunidad internacional. El apoyo a esas reformas será una prueba clave de cara a las elecciones parlamentarias de 2026, en las que se revalidará o se corregirá la ruta de paz. Para que la paz sea duradera, no basta con un pacto entre gobiernos: hace falta que la ciudadanía armenia avale la enmienda constitucional en las urnas. Los grupos de oposición, apoyados por Rusia, se oponen a los acuerdos alcanzados en Washington el 8 de agosto, acusan al gobierno de Pashinyan de traición y prometen que, si llegan al poder, derogarán la mayor parte de las medidas del gobierno en el proceso de paz. Rusia también está descontenta con el acuerdo de paz, mediado por Estados Unidos, entre los países que Moscú considera parte de su esfera de influencia.
En resumen, aunque persisten incertidumbres, riesgos y retos en la relación entre Armenia y Azerbaiyán y en el Cáucaso Sur en general, la región goza de mayor paz y estabilidad hoy que hace cinco años. La Cumbre de Washington del 8 de agosto, concebida como la culminación de los esfuerzos de paz de los últimos 5 años, no hubiera sido posible sin las condiciones resultantes de la Segunda Guerra de Karabaj en 2020. Aunque el conflicto armado debe ser siempre el último recurso de resolución de disputas, este conflicto cambió las dinámicas geopolíticas de la región, interrumpiendo un ciclo de negociaciones estancadas y choques recurrentes; abriendo así un escenario en el que las conversaciones de paz son verdaderamente viables.
David Martínez Calderón
Analista de Asuntos Internacionales
Ágora Diplomática
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